La carrera política de Silvio Berlusconi, que ha dominado la vida italiana durante los últimos 17 años, interpretando simultáneamente un increíble número de papeles: magnate de la televisión, propietario de un equipo de fútbol, primer ministro, acusado en numerosas demandas penales y playboy internacional.
Parece curiosamente apropiado que Berlusconi —que prometió tantas cosas y cumplió tan pocas— abandone el escenario por la derecha, dejando tras él una escena de devastación moral y financiera. El país está a punto de suspender pagos, y el Fondo Monetario Internacional ha puesto a Italia bajo vigilancia porque ha perdido su fe en que el Gobierno de Berlusconi saque adelante las reformas prometidas. Berlusconi, un vendedor extraordinario y sublime ilusionista de los medios de comunicación, llegó al poder conjurando visiones de una prosperidad sin precedentes para las masas de Italia y se proclamó a sí mismo el "mejor estadista de la historia italiana", así como el líder más importante del mundo.
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En los últimos años, Berlusconi fue sinónimo de escándalo a causa de sus incesantes flirteos, fiestas salvajes en el palacio presidencial, escarceos con prostitutas a sueldo y chicas menores de edad, y una serie de denuncias penales y casos de corrupción que le han perseguido durante años. Y luego está su propensión a hacer comentarios subidos de tono en las reuniones internacionales, refiriéndose al "bronceado" de Barack Obama o fanfarroneando sobre cómo utiliza sus dotes de playboy para obtener concesiones del primer ministro finlandés. Esto ha hecho que a los extranjeros les resulte tentador sonreír y sacudir la cabeza y decir "solo en Italia".