Lorenzo Ramos,
licenciado en dirección de orquesta y diplomado en dirección coral por la
Universidad de Música y Artes Escénicas de Viena, cuenta con una larga
trayectoria y experiencia a sus espaldas. Ha desempeñado el cargo de director
en varias orquestas y coros destacados como la Joven Orquesta de la Comunidad
de Madrid o el Coro Nacional de España; además de dirigir las principales
agrupaciones orquestales y corales de España.
Desde 2012,
Lorenzo asume el cargo de director Titular de la Orquesta de Córdoba.
El director se
sincera con el Istituto Europeo para contarnos qué supone ser un director de
Orquesta en la actualidad.
¿Cómo empezó con la música?
¿Cuál fue su instrumento? ¿Y cómo se decidió por la dirección?
Comencé en la música por el
ambiente musical familiar, a la edad de 6 años, estudiando piano. Tras
graduarme en España, y tras algunas dudas acerca de la especialidad que quería
cursar y el lugar en que ampliar mis estudios (primero quise estudiar
canto y dirección coral en Londres y luego musicología y órgano en Salamanca),
finalmente, ingresé en la Escuela Superior de Música de Viena (que adquiriría
el reconocimiento de Universidad antes de graduarme). Aunque mi intención
original fue licenciarme en dirección coral, finalmente sólo obtuve la
diplomatura en esta especialidad y aposté por graduarme sólo en dirección
orquestal. Fueron 5 años intensos de estudio y de experiencias musicales y
humanas, algunas de ellas difíciles, que me ayudaron a madurar y a ver el mundo
con otros ojos, más allá de los límites que había experimentado hasta entonces,
enclaustrado entre las cuatro paredes de los conservatorios. La decisión de
optar finalmente por la dirección orquestal en lugar de la coral, que es la que
en principio me llamaba más (por la devoción que desde los 16 años, en que
comencé a cantar en coros, sentía por la música española del Renacimiento) fue
muy difícil de tomar para mí, por lo que suponía ser hijo de un ilustre
director de orquesta y el peso que sabía que el parentesco tendría en mi
carrera. Me ayudó mucho el apoyo que tuve de mi maestro, Karl Österreicher, que
veía en mí cualidades para dedicarme a ello. Y la decisión la tomé la primera
vez que dirigí una orquesta en un curso de verano.
¿Cómo se encuentra en su
actual cargo como director de la Orquesta de Córdoba, con los problemas
actuales de crisis y falta de patrocinio?
El proyecto de la Orquesta
de Córdoba sigue entusiasmándome igual que el primer día, cuando tomé las
riendas de la titularidad. Cierto es que no está siendo precisamente un camino
de rosas por las circunstancias económicas tan adversas en que nos encontramos,
pero por eso mismo es un reto mayor. Me está sirviendo para crecer en otros aspectos,
más relacionados con la gestión, que en circunstancias más favorables no
tendría necesidad de desarrollar. Además, con los recortes se convierte uno en
un programador más eficaz, qué remedio. Naturalmente habría preferido poder
disfrutar de las bonanzas económicas de que disfrutaron mis predecesores pero
éstos son los tiempos que me ha tocado gestionar y no me arrepiento en
absoluto. Así, luego, si es que algún día vuelven las vacas gordas, todo me
parecerá mucho más fácil. Pero, por desgracia, soy realista y, aunque soy
optimista respecto a la supervivencia a largo plazo de la Orquesta de Córdoba,
creo que el secreto de su continuidad será aprender a hacer equilibrios en el
filo de la navaja. Por desgracia, a raíz de esta crisis global, no sólo aquí,
sino en todo el mundo, a partir de ahora las cuestiones artísticas quedarán ya
para siempre indisolublemente vinculadas a las económicas, condicionándolas
desde sus cimientos. Como que yo, de gestionarlos, me plantearía seriamente
proponer en todos los Consorcios como el nuestro fusionar en uno sólo el Comité
de Empresa y la Comisión Artística, con eso lo digo todo.
Cuando comenzó su mandato
en la orquesta de cordoba, ya había en la ciudad un creciente interés por la
música clásica desde la época de Manuel Hernández Silva. Usted ha indicado que
desea transmitir la idea de que la música clásica no es un lujo para unos
pocos, sino para toda la ciudadanía. Con este concepto, ¿ha sentido que la
gente se haya interesado más en asistir a los conciertos?
Mi filosofía no ha cambiado
un ápice, sin embargo cuesta mucho más tiempo y esfuerzo cambiar la mentalidad
y los gustos de la sociedad y de las personas. Nosotros hemos procurado
acercarnos más a la ciudadanía, sí. La temporada pasada incluso le “pusimos
cara” a la formación, con una campaña de publicidad que, en cuanto a
originalidad, pasará a los anales de la historia de la Orquesta, porque los
cordobeses pudieron ver nuestros rostros en carteles gigantes por la calle y en
los medios. Por primera vez se hacía visible que detrás del colectivo hay
personas de carne y hueso y creo que eso nos ayudó a que la ciudadanía nos
percibiera como algo más cercano y no sólo como una institución cultural sin
más. Fue todo un acierto del anterior gerente. Y eso que todos teníamos
nuestras reticencias a aparecer en primer plano. Sin embargo creo que fue un
éxito y que cambió la imagen que se tenía de la Orquesta. Pero la imagen te
ayuda a recorrer sólo una parte del camino para acercarte a la gente. La otra
debía concretarse en hechos. De ahí el proyecto social, que, con el patrocinio
de la Fundación Caja Sur, nos llevó por primera vez, y en dos ocasiones, a
tocar en el centro penitenciario de Alcolea, o para asociaciones como la
ASAENEC, las asociaciones de mujeres víctimas de la violencia de género o,
mañana mismo, para mujeres venidas de toda la provincia, en conmemoración del
Día Internacional de las Mujeres Rurales, concierto organizado por la
Diputación de Córdoba. También hemos salido a la calle a enriquecer la banda
sonora de la Fiesta de los Patios de Mayo, en la que llevamos participando ya
dos ediciones. La Orquesta, con el auspicio del Ayuntamiento, lleva ya varios
años realizando un ciclo de conciertos en los centros cívicos de la ciudad, que
este año se llamará Plan Urban y que comenzará el próximo Jueves. En
definitiva, son muchas actividades las que realizamos al margen de nuestra
temporada de abono (que nos ocupa sólo 12 semanas del total) y otros
compromisos de carácter anual, que nos acercan a la ciudadanía. Pero de ahí a
que eso vaya a cambiar radicalmente, de la noche a la mañana, la afluencia de
público, en cantidad, en edades y en procedencia social, es una utopía. Creo
que ese reto es algo que se está produciendo a nivel mundial: Cómo captar
nuevos públicos, conservando los presentes. Los conciertos escolares y
familiares son una forma de conseguirlo, sin duda, pero no son iniciativas
suficientes. Para lograr un margen más amplio de público interesado por la
música clásica hace falta que, desde el Estado, se invierta en educación
musical en las escuelas, en los medios audiovisuales (en horarios de máxima
audiencia, y no sólo de madrugada). La palabra que busco es normalizar,
porque de eso se trata fundamentalmente, de que la música clásica se vea como algo
normal, que forma parte de nuestras vidas, como el fútbol (eterno símil usado
en estas odiosas comparaciones). Pero para eso se requieren no ya años, sino
siglos de tradición, como la que existe en los países de habla germana o
anglosajones. No se consigue sin más, sin invertir tiempo, recursos y
esfuerzos. En cuanto a la Orquesta de Córdoba, en la humilde medida de nuestras
posibilidades, este año hemos logrado romper la tendencia descendente de los
últimos 4 años en el número de abonados. Hemos ganado (o recuperado, eso es
difícil de concretar) 20 abonados, es decir, un 2’5% con respecto a la
temporada anterior, y eso, aunque pueda parecer un dato insignificante es,
desde mi punto de vista, un logro descomunal con los tiempos que corren. Por
otro lado, hemos aumentado la afluencia de público por conciertos sueltos, lo
que , a mi juicio, es un claro signo de que el interés aún existe, pero que se
mira más el bolsillo a la hora de escoger los espectáculos a los que se asiste.
Algo totalmente previsible y que es el resultado de que, por causa de la
crisis, se haya visto reducido el poder adquisitivo de la clase media, de la
que procede la mayor parte del público de la música clásica.
Por otra parte, la labor de
la Orquesta fuera del Gran Teatro es enorme viendo el programa de actividades
de la misma. Por ejemplo, el mes de Noviembre lo tienen bastante ocupado lo que
da visibilidad a la Orquesta. ¿Cómo valora estas actividades?
Todas las actividades son
importantes para nosotros. No hay concierto pequeño. Es cierto que nos debemos
fundamentalmente a nuestros abonados, pero son muchos los públicos que tenemos,
no sólo el de abono, y nos entregamos a todos ellos con el mismo ahínco. Desde
un principio dije que la Orquesta, financiada casi en su totalidad con dinero
público, está en deuda con la sociedad que la sustenta, por lo que debemos
devolverle, en forma de música, parte de lo que recibimos. Y esto no se reduce
sólo a la ciudad de Córdoba. Nuestro afán es llevar la música a toda la
provincia. En los primeros 20 años de historia de la orquesta, se hicieron 40
salidas a la provincia. Sólo en los 2 últimos años se han hecho más de 20. Y
estoy convencido de que con el apoyo financiero de la Diputación de Córdoba a
partir de ahora serán más.
Un director joven como usted,
¿aporta nuevas formas de dirigir a un grupo numeroso de personas? ¿Cómo es el
día a día de un director titular de orquesta?
Me resulta muy curioso que
aún hoy en día se tenga esa percepción de mí, a pesar de llevar 17 años
ejerciendo esta profesión. Según los medios, llevo ya 17 años siendo “un joven
director”, desde mis inicios en la profesión, como director asistente de la
JONDE, a los 29 años. Sin embargo no era para nada joven cuando me fui a
estudiar dirección a Viena con 25 años. Al contrario, ya era algo entrado en
años. Algunos de mis compañeros de estudios tenían hasta 5 años menos que yo.
Se ha dado un fenómeno social muy llamativo en esta última década y es que, a
pesar de que la profesión, el repertorio y la técnica (que básicamente no ha
cambiado nada desde el S.XIX), siguen siendo iguales, la franja de edad de los
directores de orquesta profesionalmente activos se ha reducido ostensiblemente.
Cuando yo comenzaba a dirigir era joven, cierto, aunque no más que otros. Y sin
embargo, desde el auge de directores como Harding, Dudamel, Bringuier (nombrado
titular de la OSCyL con sólo 21 años, todo un récord) o Afkham (titular de la
OCNE con 31), por citar sólo algunos de los más prestigiosos, la imagen que se
tiene del director de orquesta es la de un joven menor de 30 años, cuando hasta
ahora, se consideraba joven a cualquier director ¡menor de 50! Sin embargo, he
de decir que, a mi juicio, ésta ha sido siempre, y seguirá siéndolo, al margen
de modas o tendencias de mercado, una profesión de fondo y de canas. Cierto es
que siempre ha habido talentos precoces pero lo de hoy en día es ya un fenómeno
global y no sólo esporádico. Hace unos años, dirigiendo en Leipzig, un agente
alemán me dijo que con 35 años yo ya era “demasiado mayor” (cito textualmente)
para representarme y que, además, no tenía suficiente repertorio para la edad
que tenía. Para el que no lo sepa: en Alemania se espera que un director
asistente de un teatro de repertorio de provincias, no sólo toque
brillantemente el piano y pueda reducir cualquier partitura de orquesta a
primera vista, sino que pueda dirigir, de hoy para mañana, hasta 30 títulos de
repertorio, nada menos. Pero en mi opinión, la experiencia y el repertorio sólo
se adquieren con la edad y para eso hace falta tiempo, mucho tiempo. Por mi
naturaleza tranquila soy contrario a jactarme de cualquier tipo de alarde, así
que no me obsesiona dominar una cantidad ingente de repertorio en poco tiempo,
sino más bien, creo que es más importante conocerlo bien y aprender a degustarlo.
Cada obra tiene su momento. Los estudiantes de dirección están obsesionados por
dirigir cuanto antes la 9ª de Beethoven o las sinfonías de Mahler.
Honestamente, yo espero tardar aún muchos años en hacerlo pues, aunque pueda
hacerlo técnicamente sin problema, creo que se requiere crecer esas obras
interiormente, crecerse uno en ellas, y crecer antes como persona y como
artista para saber interpretarlas con la madurez que requieren. Naturalmente si
uno se inicia en la dirección de orquesta con 8 años, como Maazel (y se poseen
sus increíbles dotes musicales, todo hay que decirlo) el recorrido alcanza su
madurez mucho antes que la mayoría. Pero la mayoría somos sólo directores
normales, sin ese plus que otorgan el gran talante y una química especial de la
que están hechos sólo los grandes genios de la dirección. Me considero un buen
profesional, eso sí, un Kapellmeister, por citar el término alemán,
lo que aquí antiguamente se conocía como maestro de capilla, es decir, alguien
que conoce el oficio y que ayuda en la concertación de los diferentes
instrumentos, solistas instrumentales o vocales y coros que conforman la
partitura y eso es lo que trato de aplicar en mi trabajo diario con las
orquestas. Me tengo, eso sí, por un buen conocedor del repertorio coral y
lírico, pues no en vano, de los 16 a los 30 canté en coros y conocí bien el
repertorio coral desde dentro. Ayuda mucho a la hora de dirigir desde el foso,
saber lo que necesitan los cantantes en cada momento. Por terminar de contestar
a la pregunta, el día a día de un director titular es muy diferente al del
que no tiene una orquesta a su cargo, pues implica una serie de obligaciones
que van mucho más allá de prepararse el programa que se va a dirigir. Hay que
organizar muchas cosas y a veces con poco tiempo de reacción. Hay que programar
muchos conciertos, de estilo y plantillas muy diferentes. Hay que presidir
audiciones, participar en la gestión, aportando los conocimientos artísticos y
técnicos que normalmente desconocen los gestores y el personal administrativo.
Hay que estar las 24 horas al pie del cañón y en contacto perenne con el
responsable de producción, el inspector, el archivero, etc… En definitiva, es
un cargo de responsabilidad y no sólo se está ahí para disfrutar de hacer buena
música, hacer disfrutar al auditorio y nada más.
Asume una gran carrera a
sus espaldas siendo tan joven. ¿Qué consejos daría a futuros directores?
Por cerrar el tema de la
edad, 14 años de carrera, aunque no son todos, son ya muchos y, la verdad, no
considero que haya recorrido un camino tan largo como otros colegas de mi edad
(aunque aún no lo he recorrido del todo, claro está) pero sí estoy orgulloso de
haberlo recorrido peldaño a peldaño, sin saltarme ninguno y sin ayudas. Como
decía al comienzo de esta entrevista, el peso del apellido familiar ha pesado
mucho en mi trayectoria y no, como pueda pensar alguien, a favor, sino más bien
en contra. Se me ha exigido más que a otros, sin parentescos familiares:
demostrar que era digno de algo y que me lo había ganado por méritos propios y
no porque se me hubiera regalado, (aunque, por desgracia, siempre habrá alguno
que piense que es así). Mi consejo es que se preparen lo mejor que puedan para
una carrera que es muy sacrificada (se pasa uno la vida estudiando, cuando
otros dejaron de hacer eso en la Universidad o incluso en el instituto) y muy
competitiva; que adquieran una técnica lo más depurada posible, con la que sean
capaces (como suelo poner de ejemplo en mis clases) de hacerse entender por una
orquesta norcoreana que no hable ni palabra de inglés; que trabajen las
relaciones públicas, las relaciones humanas, pues de ello depende el 75% de
nuestro éxito: no sólo hay que explicarse bien, sino dirigirse a las orquestas
con respeto, con conocimiento del medio y con mucha mano izquierda, firme pero
flexible a un tiempo (como una caña de bambú). Y que piensen siempre que
cualquier experiencia que puedan adquirir es buena, por escasos recursos o
tiempo de que se disponga. Eso sí, que aprendan a administrarse el tiempo como
un cirujano que tiene la vida de un paciente en sus manos, porque el tiempo y
el tempo lo son todo en esta profesión (que lleven siempre un
metrónomo y un reloj a mano). ¡Ah!, y que muestren siempre su lado más cordial,
aunque no se obtenga lo que uno espera, porque la perfección no existe. Hay que
tener mucha tolerancia a la frustración que se puede llegar a sentir en una
profesión tan solitaria como ésta. Por último, que no dejen nunca de exigirse a
sí mismos, en dar lo mejor de sí mismos y al 100%. Hay que preguntarse a diario
si uno está siendo lo suficientemente claro y si puede mejorar en algo. Y, por
supuesto, que se disfrute de cada nota, porque nunca se sabe cuándo puede sonar
el último acorde de nuestras vidas.
Imparte un curso para
futuras promesas de dirección orquestal. ¿Qué supone ser un director de
orquesta en pleno siglo XXI?
Creo que en buena medida ya
he contestado a esta pregunta en las anteriores respuestas. De todas formas,
creo que cada siglo ha tenido su protagonista. A grandes trazos, yo diría que
el S.XVIII fue el de los grandes divos de la ópera (más que el S.XIX, si cabe,
aunque siempre ha habido divos en la ópera, pero no olvidemos que algunos castrati eran adorados como semidioses y
recibían honores reservados a la realeza). El S.XIX fue el de los grandes
compositores-virtuosos de su instrumento y el S.XX el de los grandes Maestros
de la batuta. ¿Así pues, qué nos queda? Sin duda, el S.XXI pertenece por entero
al Regisseur, esto es, al director de escena, que tiene más poder
que el maestro y, si me apuran, más que los propios compositores y libretistas,
pues alguno que otro se permite el lujo de cambiar lo que quiera a su antojo.
Por último, ¿considera que
la programación de la Orchestra del Maggio Musicale Fiorentino es básicamente
lírica? ¿Que concepción tiene de la orquesta florentina y de la italiana en
general?
Hasta donde yo sé, la
Orquesta del Maggio Musicale cultiva todo los géneros, no sólo la ópera. Nunca
la he tenido por una orquesta eminentemente lírica, la verdad, aunque, para ser
honesto, no he seguido muy de cerca su trayectoria. Me consta que es una de las
mejores orquestas italianas (no puede ser menos, con alguien de la talla de
Metha en el podio) y también una de las grandes europeas. En Italia, como
en España y, en general, en los países mediterráneos, existe una gran variedad
de orquestas, de todos los niveles. Pero no creo que esto sea algo exclusivo de
nuestra cultura. En Alemania está claro que no todas las orquestas son la
Filarmónica de Berlín, aun que el nivel medio es bastante alto. Pero hay de
todo en todas partes, eso es incuestionable. En lo que a mí experiencia
personal se refiere, mi única aventura italiana hasta la fecha fue bastante
felliniana, aunque suene a tópico definirlo así. Pero lo cierto es que Italia
es muy felliniana, en la misma medida que España es muy berlanguiana, ¿o no?.
Estamos hartos de verlo todos los días en el telediario. Eso o que Fellini y
Berlanga supieron retratarnos muy bien… y si no, ahí tienes la Ópera de Roma, a
punto de disolverse, tras 134 años de historia a sus espaldas, y con nada menos
que Muti haciendo mutis por el foro. ¿Es o no es felliniano?
En cuanto a ejemplos berlanguianos, en España los tenemos a docenas.
Para conocer más de
Lorenzo, les invitamos a visitar su página web: www.lorenzoramos.com